01 Abr Las vacas también combaten el fuego
Los comuneros de Pinzás, en Tomiño, recurren a 13 vianesas para limpiar el monte
Mantener la maleza a raya en los montes es una tarea tan complicada como necesaria para prevenir incendios forestales. Por ello, comuneros del área de Vigo se afanan en buscar soluciones creativas para la limpieza de bastas extensiones de terreno. Comprar maquinaria pesada o contratar limpiadores son lujos que no se pueden permitir, por eso echan mano de unos hambrientos y agradecidos aliados: los animales. Y los caballos salvajes no son los únicos que campan a sus anchas por las laderas. En los montes de Meira, en Moaña, el rebaño de 130 cabras de raza gallega ya se ha convertido en uno de los principales atractivos de la aldea. Y en la parroquia tomiñesa de Pinzás sucede algo parecido desde que los comuneros soltaron en sus parcelas un rebaño de 13 vacas vianesas, con un tamaño y cornamenta de infarto.
«Teníamos pastizales de vecinos que antiguamente llevaban allí a sus vacas, pero ahora estaban abandonados y quisimos recuperarlos», explica la presidenta de la comunidad de montes de Pinzás, Natividad González, la idea que los llevó a hacerse con un rebaño. «Nas zonas onde non hai animais, a vexetación crece moi rápido e se fai un monte enorme e a verdade é que as vacas axudan moito», afirma satisfecha la presidenta.
Aunque los terrenos de esta comunidad de montes se libraron de la ola de incendios del pasado otoño, los comuneros están decididos a seguir minimizando los riesgos. «Tivemos moita sorte e a ver se coas vacas axudamos a que cada vez arda menos», se propone Natividad, quien anima al resto de comunidades a adoptar el sistema de desbroce en el que empezaron a trabajar en el 2015, aunque las vacas solo llevan un mes pastando en la zona.
La idea de recuperar el pastoreo en la parroquia surgió a raíz de una conversación entre comuneros. Luego, la directiva se puso manos a la obra y visitaron varias granjas y explotaciones ganaderas en Ourense. «Decidímonos pola vianesa porque é unha raza autóctona e porque ten unha carne deliciosa», admite González, desvelando otro de los beneficios que brindan estos rumiantes. El objetivo a corto plazo es seguir incrementando el volumen del rebaño, quieren elevar el número a 60 reses, luego compaginarán el pastoreo con la cría de terneras cuya carne no pondrán a la venta. «A repartimos entre os comuneiros», puntualizan desde el colectivo, cuyos 52 integrantes pronto tendrán la oportunidad de saborear el fruto de su trabajo.
Por el momento, el rebaño se alimenta de pasto, paja y tacos de cereales «para que se acostumen a nós e sexan máis dóciles», argumenta Natividad, pero la intención es que «se manteñan só co monte». Terreno no les falta, pues la extensión de monte en el que podrán pastar alcanza las 530 hectáreas. Aunque no podrán disfrutarlas en exclusiva. Desde hace años, los comuneros abrieron las puertas de su suelo a los ganaderos de esta zona limítrofe con Gondomar, lo que contribuyó al mantenimiento del número de reses mientras en otros municipios de la zona el volumen de las explotaciones sigue desplomándose.
Además de combatir el fuego y servir como fuente de sabroso alimento, el rebaño genera empleo. Tres pastores contratados por los comuneros se encargan de soltar a las vacas por la mañana, cuidarlas y recogerlas por la noche.
«Hai xente nova que volve ás granxas, hai dez anos era difícil ver tantas vacas en Tomiño»
El descenso del número de reses y explotaciones ganaderas es proporcional a la pérdida de población de buena parte de los municipios del sur de la provincia. Salvo Tomiño, en el que el número de reses es mayor hoy que hace una década. Un crecimiento que también ha captado la atención de la alcaldesa, Sandra González. «Hai xente nova que está volvendo ás explotacións e crían aos seus animais, hai dez anos era moi difícil ver tantas vacas en Tomiño», admite la regidora. La explicación de este santuario ganadero está en el acceso al pasto. Las múltiples y pequeñas plantaciones de maíz se fueron perdiendo, pero los propietarios de las parcelas, en lugar de abandonarlas, las ceden a los ganaderos para que puedan pastorear, agradece Sandra González.
Un ejemplo está en la propia comunidad de montes de Pinzás. Desde hace años, el ganadero Jorge Casas lleva a su rebaño de veinte reses a tierras comunales para que se alimenten. «De momento o pastoreo é libre e axuda a manter os montes libres», relata este ganadero, que tampoco es ajeno a los innumerables males que afectan a este sector. «Dá máis gastos e problemas que beneficios», resume.
A sus 53 años, admite que la ganadería es una profesión a la que le habría gustado dedicarse. Pero no es rentable. «Para que dera beneficio habería que ter un rabaño máis grande, pero os montes son pequenos e tampouco quero problemas cos veciños», explica este amante del campo que se gana la vida descargando barcos en el Puerto de Vigo y que también recibió la negativa del dueño de una parcela abandonada cuando pidió permiso para la entrada de sus animales. En su parroquia, San Cibrán (Gondomar), también se perdieron granjas. «Eramos 14, agora só quedamos tres», lamenta.
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